Licenciada en Filología Hispánica, obtuvo su Doctorado con una tesis sobre Francisco de Quevedo. Colabora habitualmente con artículos de opinión en el diario ABC y en el suplemento cultural del mismo.
Comenzó a escribir poesía cuando apenas tenía 15 años, y ha obtenido una larga serie de premios y reconocimientos, entre los que cabe destacar el Premio Hiperión por su obra Usted (1986), el Premio Ciudad de Melilla, conseguido tres años después, con El libro del Tamar, que fue prologado por Claudio Rodríguez y el Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez por su obra El príncipe rojo (2006).
La poesía de Almudena Guzmán es de temática fundamentalmente amorosa y sensual. Hace suyas dentro de las posibilidades expresivas de la poesía española contemporánea el verso libre y el lenguaje coloquial con frecuentes imágenes surrealistas.
Obras
* Poemas de Lida Sal. Madrid, Libros Dante, 1981
* La playa del olvido. Madrid. Altair, 1984
* Usted. Madrid. Hiperión, 1986. (Finalista del I Premio Hiperión de Poesía)
* El libro de Tamar Melilla. Ciudad Autónoma de Melilla, 1989 (Premio Ciudad de Melilla) 2.ª ed., Granada, La General, 1991
* Poemas Palma de Mallorca. Universidad de las Islas Baleares, 1999
* Calendario Madrid. Hiperión, 2001
* El príncipe rojo Madrid. Hiperión, 2005. (Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez)
Ahora es el ritmo del invierno...
Ahora es el ritmo del invierno
quien me clava sus ojos entre las uñas
y el cielo.
Lo demás poco importa.
Solo aquellos pasos absorbiendo mi cuello de niebla
al borde bellísimo de sus sirenas y abismos.
De un tiempo a esta parte...
De un tiempo
a esta parte
estoy prisionera
en un coche
de gritos y hielo
que circula
por carreteras oscuras
y en vertical
como catedrales,
deslumbrada
por las luces largas
de los que vienen
en sentido contrario
que sois todos.
De"Calendario"
Deslumbramientos sombríos
Esta mañana, el helado y marchito sol de enero hizo estragos
Por él, vi con más intensidad a esa gitanilla en manga corta
que pedía junto al metro,
tuve plena consciencia de lo arduo de nuestro amor,me horroricé al contemplar los ametralladores grabados de Goya,
y salí de nuevo a la calle con las manos encogidas de angustia
sin saber
-pálida prisionera de los subterráneos-
si me bajaba en Velásquez o en Lista.
Y subí las escaleras de dos en dos para encontrar a la muerte
cómodamente recostada en mi gélido cuarto.
(La playa del olvido, 1984)
Desnudo en sombra
Volverse a enamorar.
Besar una piel que sabe distinto,
no encontrar puntos de referencia
que indiquen el momento justo,
la caricia perfecta,
la mano compañera.
Retornar a un cuerpo nuevo
sin los huecos del anterior,
no poder palpar una nuca excitada,
una espalda con escalofríos conocidos.
Qué pobre se queda el intento de amar igual a la primera vez.
Cómo pesa una boca tan sabida,
tan llena de humo compartido
ante la desconocida tan poco explorada, tan miedosa.
Cuánto cuesta abandonarte, lavarme de tu olor,
quitarme las huellas de tu peso,
desdoblarme en otra Almudena
y comenzar a hacer mía una figura
de la calle que me asusta y que ¿quiero?
poseer, pero... tú, ahí estás tú,
traspasando con tu desnudo mi sombra,
consolándome pesaroso de mi dolor al terminar,
tu sonrisa y tu cigarrillo,
ese brazo moreno rodeando mi cintura
y llevándome a un lecho desordenado...
y tus manos de violinista
volando y enredándose en mis senos.
Entonces el beso conocía el norte y el sur...
Entonces el beso conocía el norte y el sur,
como si antes de labio en medio de la lluvia
hubiera sido rosa de los vientos
o brújula del corsario de los siete mares.
Nada estaba preparado-dormían las leyendas su sueño abisal-
y sin embargo no cabía margen alguno de error:cada noche atracaba en su alborada,
cada zozobra en su bahía,
cada deseo en su rompeolas.
Así era el amor,volver a casa
con la red llena de certidumbresnunca un naufragio en alta muerte
silenciosa
como ahora.