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"Queremos que cada palabra ilumine tu rostro, roce tu alma, te eleves y echemos juntos a volar"




ROZANDO EL ALMA: GRUPO CASIOPEA LITERARIO


domingo, 30 de octubre de 2011

Poema sin titulo por MABEL DIAZ


Remendé mis nubes
con hilo elástico
para que no estallen.
Y dejé mi sed
en una copa vacía.

miércoles, 12 de octubre de 2011

MICRORELATOS por GRACIELA B. ZECCA


Tomó una hoja de papel la dobló en pequeñas proporciones y la depositó debajo de la pata gastada de la escalera, ahora nivelada. Se aseguró que su ascenso al cielo no sufriera tropiezos.
Una vez llegado a lo más alto, debía arrinconar a la luna, para pintar el cielo de rojo.
Estaba cansado de las noches oscuras, al menos ese  era un color agradable para los enamorados.

2-
Imprimar su perfume en aquellas sábanas blancas, ahora teñidas de muerte, fue su gran error. Muy a pesar de las precauciones que había tomado. Siempre se dejan huellas, aunque se esparzan en el aire o en un trozo de tela.


3- 
Se sintió acosada  por las sombras que la perseguían. En la negrura de la noche buscó refugio en vano. Seis pasos delante de ella, bajo un farol se recortaba una figura que la esperaba. Afilaba lo que tenía entre sus manos contra la pared. Ya no había retorno.
Se santiguó  y esperó  su destino.

miércoles, 5 de octubre de 2011

En un rincón de las nubes - MABEL DIAZ


            Marcelino, fue mi amigo inseparable de una infancia llena de aventuras.
Recuerdo que los mejores juegos ocurrían en el patio trasero de mi casa, donde nadie nos molestaba. La pared lindera con el vecino, marcaba un límite a esas travesuras. El otro lado, prohibido a nuestros juegos, estaba inmerso en una nube de misterio,  acuciando aún más la curiosidad de nuestras  mentes inquietas y nos trasladaba hacia un mundo imaginario, donde ambos éramos protagonistas.
Montados en un mastodonte azul, bruñidos en bronce y blandiendo las espadas, fingíamos ser dos poderosos y gallardos caballeros, atravesando el muro en busca de la princesa de los pájaros, presa del ogro que allí moraba.  Una fortaleza desde el principio de los tiempos.
Éste ostentaba un  orificio del tamaño de un limón, en el centro de su rostro y una sola oreja en el lado superior de la cabeza, pero la capacidad de su oído era tan aguda, que podía escuchar los ruidos más lejanos. Cuando esto sucedía, empezaba a resoplar un fétido vapor por el profundo intersticio de su cara, marchitando margaritas y caléndulas, derritiendo las arañas, que colgaban majestuosas de las cortinas de helechos, y los mosquitos se morían incinerados en un lecho de algas.  Histéricos habitantes de una fuente, erigida como regadera en medio de ese bosque de choclos y perejil.
Furioso, el gigante se interponía en nuestro camino y allí nos trenzábamos en feroz lucha, hasta que uno nosotros, lograba hundirle la espada en su oloroso orificio, cayendo  vencido a nuestros pies  rescatábamos a la doncella de su cárcel.
Luego, el reloj de la iglesia, con sus cinco campanadas, anunciaba la hora de la merienda, era el momento de guardar nuestros pertrechos y regresar al mundo real.  
Un día, no pude salir a jugar por causa de estar enfermo, Marcelino enfrentó solo al ogro, y este lo hizo desaparecer dentro del vapor pestilente que emitía su orificio. Nunca más volví a verlo, a pesar de que todos los días  llenaba de flores los ojales de mis camisas, para ahogar con el perfume al malvado, y  retornar con  mi amigo, cuando el reloj nos anunciara  la hora de la merienda.