Tomó una hoja de papel la dobló en pequeñas proporciones y la depositó debajo de la pata gastada de la escalera, ahora nivelada. Se aseguró que su ascenso al cielo no sufriera tropiezos.
Una vez llegado a lo más alto, debía arrinconar a la luna, para pintar el cielo de rojo.
Estaba cansado de las noches oscuras, al menos ese era un color agradable para los enamorados.
2-
Imprimar su perfume en aquellas sábanas blancas, ahora teñidas de muerte, fue su gran error. Muy a pesar de las precauciones que había tomado. Siempre se dejan huellas, aunque se esparzan en el aire o en un trozo de tela.
Se sintió acosada por las sombras que la perseguían. En la negrura de la noche buscó refugio en vano. Seis pasos delante de ella, bajo un farol se recortaba una figura que la esperaba. Afilaba lo que tenía entre sus manos contra la pared. Ya no había retorno.
Se santiguó y esperó su destino.
Se santiguó y esperó su destino.
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