POEMAS- CUENTOS - RELATOS - BIOGRAFÍAS - CANCIONES - VIDEOS - GRANDES AUTORES - POETAS -

"Queremos que cada palabra ilumine tu rostro, roce tu alma, te eleves y echemos juntos a volar"




ROZANDO EL ALMA: GRUPO CASIOPEA LITERARIO


miércoles, 5 de octubre de 2011

En un rincón de las nubes - MABEL DIAZ


            Marcelino, fue mi amigo inseparable de una infancia llena de aventuras.
Recuerdo que los mejores juegos ocurrían en el patio trasero de mi casa, donde nadie nos molestaba. La pared lindera con el vecino, marcaba un límite a esas travesuras. El otro lado, prohibido a nuestros juegos, estaba inmerso en una nube de misterio,  acuciando aún más la curiosidad de nuestras  mentes inquietas y nos trasladaba hacia un mundo imaginario, donde ambos éramos protagonistas.
Montados en un mastodonte azul, bruñidos en bronce y blandiendo las espadas, fingíamos ser dos poderosos y gallardos caballeros, atravesando el muro en busca de la princesa de los pájaros, presa del ogro que allí moraba.  Una fortaleza desde el principio de los tiempos.
Éste ostentaba un  orificio del tamaño de un limón, en el centro de su rostro y una sola oreja en el lado superior de la cabeza, pero la capacidad de su oído era tan aguda, que podía escuchar los ruidos más lejanos. Cuando esto sucedía, empezaba a resoplar un fétido vapor por el profundo intersticio de su cara, marchitando margaritas y caléndulas, derritiendo las arañas, que colgaban majestuosas de las cortinas de helechos, y los mosquitos se morían incinerados en un lecho de algas.  Histéricos habitantes de una fuente, erigida como regadera en medio de ese bosque de choclos y perejil.
Furioso, el gigante se interponía en nuestro camino y allí nos trenzábamos en feroz lucha, hasta que uno nosotros, lograba hundirle la espada en su oloroso orificio, cayendo  vencido a nuestros pies  rescatábamos a la doncella de su cárcel.
Luego, el reloj de la iglesia, con sus cinco campanadas, anunciaba la hora de la merienda, era el momento de guardar nuestros pertrechos y regresar al mundo real.  
Un día, no pude salir a jugar por causa de estar enfermo, Marcelino enfrentó solo al ogro, y este lo hizo desaparecer dentro del vapor pestilente que emitía su orificio. Nunca más volví a verlo, a pesar de que todos los días  llenaba de flores los ojales de mis camisas, para ahogar con el perfume al malvado, y  retornar con  mi amigo, cuando el reloj nos anunciara  la hora de la merienda.

  

No hay comentarios: