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"Queremos que cada palabra ilumine tu rostro, roce tu alma, te eleves y echemos juntos a volar"




ROZANDO EL ALMA: GRUPO CASIOPEA LITERARIO


jueves, 24 de febrero de 2011

LUIS CERNUDA (poesias- biografìa)




POEMAS
Te quiero

Te lo he dicho con el viento,
Jugueteando tal un animalito en la arena
O iracundo como órgano tempestuoso;

Te lo he dicho con el sol,
Que dora desnudos cuerpos juveniles
Y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
Frentes melancólicas que sostienen el cielo,
Tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
Leves criaturas transparentes
Que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
Vida luminosa que vela un fondo de sombra;

Te lo he dicho con el miedo,
Te lo he dicho con la alegría,
Con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
Más allá de la vida
Quiero decírtelo con la muerte;
Más allá del amor
Quiero decírtelo con el olvido.


Donde habite el olvido...

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.


El viento y el alma

Con tal vehemencia el viento
viene del mar, que sus sones
elementales contagian
el silencio de la noche.

Solo en tu cama le escuchas
insistente en los cristales
tocar, llorando y llamando
como perdido sin nadie.

Mas no es él quien en desvelo
te tiene, sino otra fuerza
de que tu cuerpo es hoy cárcel,
fue viento libre, y recuerda.


Eras, instante, tan claro...

Eras, instante, tan claro.
Perdidamente te alejas,
dejando erguido al deseo
con sus vagas ansias tercas.

Siento huir bajo el otoño
pálidas aguas sin fuerza,
mientras se olvidan los árboles
de las hojas que desertan.

La llama tuerce su hastío,
sola su viva presencia,
y la lámpara ya duerme
sobre mis ojos en vela.

Cuán lejano todo. Muertas
las rosas que ayer abrieran,
aunque aliente su secreto
por las verdes alamedas.

Bajo tormentas la playa
será soledad de arena
donde el amor yazca en sueños.
La tierra y el mar lo esperan.


No decía palabras...

No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque sólo sea una esperanza,
porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.


No es el amor quien muere...

No es el amor quien muere,
somos nosotros mismos.

Inocencia primera
Abolida en deseo,
Olvido de sí mismo en otro olvido,
Ramas entrelazadas,
¿Por qué vivir si desaparecéis un día?

Sólo vive quien mira
Siempre ante sí los ojos de su aurora,
Sólo vive quien besa
Aquel cuerpo de ángel que el amor levantara.

Fantasmas de la pena,
A lo lejos, los otros,
Los que ese amor perdieron,
Como un recuerdo en sueños,
Recorriendo las tumbas
Otro vacío estrechan.

Por allá van y gimen,
Muertos en pie, vidas tras de la piedra,
Golpeando la impotencia,
Arañando la sombra
Con inútil ternura.

No, no es el amor quien muere.

LUIS CERNUDA
Nace en Sevilla, el 21 de septiembre de 1902. Es hijo de un militar de carácter inflexible, que lo convierte pronto en su heredero, al morir durante la juventud del futuro poeta. Estudia Derecho en la Universidad de Sevilla, donde se contacta con Pedro Salinas, uno de sus docentes.
Al poeta y editor Manuel Altolaguirre, lo conoce en un viaje a Málaga, y en 1920, entra en contacto con los que serían los miembros de la Generación del 27, al mudarse a Madrid.

Si bien sigue la tradición romántica, es un rebelde solitario, que lucha con las imposiciones sociales de su época, contraponiendo constantemente realidad y deseo y el mundo burgués al natural, representando éste la expresión libre de los sentimientos, reprimidos por el mundo burgués.

En 1927, publica sus primeras poesías “Perfil de aire”, puras y elegantes. En 1928, “Égloga, elegía, oda”, en estilo clásico y romántico.
Reconoce su condición de homosexual, lo que le vale severas críticas de la sociedad de su época. Sin embargo, a su amor no correspondido, Serafín le dedica los libros: “Donde habite el olvido”, (1934), un libro neorromántico, con gran influencia de Bécquer, donde revela angustiosamente su frustración por un amor no correspondido. “Placeres prohibidos”, se escribe en defensa abierta a la homosexualidad y de carácter surrealista.

Transcurre un año trabajando como lector de español en la Universidad de Toulouse, y participa con optimismo, de la instauración de la República, esperanzado en lograr que su patria sea un lugar digno, tolerante y equitativo.
En 1936, publica “La realidad y el deseo”, en momentos en que estalla la Guerra Civil, y participa durante el desarrollo del conflicto bélico, del II Congreso de Intelectuales Antifascistas de Valencia.

En 1938 da unas conferencias en Inglaterra, iniciando un exilio por Inglaterra, Escocia y México, no regresando ya jamás a su España natal. A la Guerra Civil le dedica “Las nubes” (1940).

El drama se incluye en sus monólogos en “La adoración de los magos”, publicando luego “Como quien espera el alba” (1947) y “Ocnos”. Paulatinamente va renunciando en sus obras a toda ornamentación, a favor de un estilo simple, directo y duro, que alcanza su máxima expresión en “Desolación de la Quimera”.

Es en México donde le sorprende un nuevo amor, al que le dedica “Poemas para un cuerpo”, donde aparece ese sentimiento como experiencia feliz.
También la muerte, lo espera en ese terruño, poniendo fin a su existencia el 5 de noviembre de 1963.

En 1985 su única obra de teatro “La familia interrumpida”, llega a poder del público.

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