Deambulaba por el mundo haciendo su trabajo nocturno.
Expectante y dispuesto a realizarlo con eficiencia, se pasaba largas horas sentado frente a una enorme bola de cristal visualizando los sueños de los mortales. Siempre atento a seleccionar aquél que fuera especial, que se diferenciara de los otros, que contuviera una extrema dosis de locura, para luego tele transportarse raudamente hasta el sitio donde había sido gestado, alcanzarlo con su red y llevárselo consigo.
En el viejo castillo que habitaba, exhibía en las paredes de las habitaciones, su colección de sueños atrapados.
Los había de todos los colores, formas y tamaños.
Porque la locura es como los perfumes caros, los más pequeños casi siempre tienen una dosis mayor de concentración y son inigualables.
Su única prohibición era atrapar sueños normales.
A ciencia cierta no se sabe desde cuando fue empleado para tan minuciosa tarea, se dice por ahí que hace tiempo se escapó de un hospital neuropsiquiátrico.
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