Quedó solo en medio de la sala.
Ni un sonido brota de sus teclas.
Las cortinas añoran la música que las ayuda a justificar el descocado coqueteo que improvisan con el viento mientras las hace bailar.
Sin la música quedan expuestas y su romance descubierto.
Le susurran ayuda al oído, pero el piano, aparentando indiferencia, no les responde, mientras espera esas manos, que camufladas de arte, le proporcionarán las caricias que le darán vida.
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