Noticias - Noviembre 18, 2009-
La reina doña Sofía entregó ayer, en el Salón de las Columnas del Palacio Real de Madrid, el XVIII Premio de Poesía Iberoamericano al poeta mexicano José Emilio Pacheco. Al inicio del acto se rindió homenaje a Mario Benedetti, José Antonio Muñoz Rojas y Blanca Varela fallecidos en este año 2009, poetas distinguidos también con dicho galardón. El Premio de Poesía Iberoamericana se otorga al conjunto de la obra poética de un autor vivo que, por su valor literario, constituya una aportación relevante al patrimonio cultural común a Iberoamérica y España.
Pacheco, considerado como el mejor poeta vivo en su país, pertenece a la generación de los 50, también integrada por Carlos Monsiváis, Eduardo Lizalde, Sergio Pitol y Salvador Elizondo. El autor premiado reconoce la influencia que tuvieron en él los poetas y editores españoles republicanos exiliados en su país. Conoció a Cernuda, Max Aub y se carteó con Aleixandre.
BIOGRAFÍA
José Emilio Pacheco Berny (Ciudad de México, 30 de junio de 1939) es un poeta, ensayista, traductor, novelista y cuentista mexicano integrante de la llamada "Generación de los años cincuenta", junto a Carlos Monsiváis, Eduardo Lizalde, Sergio Pitol, Juan Vicente Melo, Vicente Leñero, Juan García Ponce, Sergio Galindo y Salvador Elizondo.
Estudió en La UNAM o Universidad Nacional Autónoma de México, donde inició sus actividades literarias en la revista Medio Siglo; tradujo del inglés y publicó libros de lírica y narrativa; también trabajó dirigiendo y editando colecciones bibliográficas y diversas publicaciones y suplementos culturales. Al lado de Carlos Monsiváis, compartió la dirección del suplemento de la revista Estaciones; fue secretario de redacción de la Revista de la Universidad de México y de México en la Cultura, suplemento de Novedades, y fue jefe de redacción de La Cultura en México, suplemento de Siempre!. Dirigió la colección Biblioteca del Estudiante Universitario publicada por la UNAM, que reúne obras literarias desde el pasado prehispánico al México contemporáneo. Es especialista en Literatura Mexicana del siglo XIX, así como profundo conocedor de la obra de Jorge Luis Borges, en cuyo honor dictó una serie de conferencias en 1999. Fue investigador del Centro de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) desde hace décadas y ha sido profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México, en la Universidad de Maryland (College Park), en la Universidad de Essex y en algunas otras de Estados Unidos, Canadá, y Reino Unido.
En la actualidad José Emilio Pacheco es una figura central de la literatura mexicana y miembro del El Colegio Nacional desde 1986; ingresó en el mismo con la lectura de su ensayo A ciento cincuenta años de la Academia de Letrán. Desde 1994 es creador emérito del Sistema Nacional de Creadores Artísticos (SNCA). Fue nombrado miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua en mayo de 2006.
Su estilo es conversacional y coloquial, claro y antirretórico; su gran tema es el tiempo: cada poema suyo analiza imaginativamente un elemento que forma la corriente de lo cotidiano; asumiendo valores humanos éticos y sociales, otras veces reflexiona sobre el propio papel de la poesía
Premios y Reconocimientos [editar]
Ha obtenido los siguientes premios literarios -es decir los principales reconocimientos a su labor como poeta y ensayista:
* Premio Magda Donato por Morirás lejos -- 1967
* Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por No me preguntes cómo pasa el tiempo--1969
* Premio Xavier Villaurrutia por El principio del placer -- 1973[4]
* Premio Nacional de Periodismo por Divulgación Cultural -- 1980[5]* Premio Malcolm Lowry por trayectoría (Ensayo literario) -- 1991[6]
* Premio Nacional de Lingüística y Literatura -- 1992[7]
* Premio José Asunción Silva al mejor libro de poemas en español -- publicado entre 1990 y 1995
* Premio Iberoamericano de Letras José Donoso -- 2001
* Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo -- 2003
* Premio de Poesía Iberoamericana Ramón López Velarde -- 2003
* Premio Internacional Alfonso Reyes -- 2004
* Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda -- 2004
* Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada - Federico García Lorca -- 2005
* Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana -- 7 de mayo de 2009
* La Medalla 1808 otorgada por el Gobierno del Distrito Federal -- 25 de junio de 2009[8]
* La Medalla de Oro de Bellas Artes otorgada por la Secretaría de Educación Pública de México -- 28 de junio de 2009
* Premio Cervantes de las letras -- 2009
Lírica
* Los elementos de la noche (1963)
* El reposo del fuego (1966)
* No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970)
* Irás y no volverás (1973)
* Islas a la deriva (1976)
* Desde entonces (1979)
* Los trabajos del mar (1984)
* Miro la tierra (1987)
* Ciudad de la memoria (1990)
* El silencio de la luna (1996)
* La arena errante (1999)
* Siglo pasado (2000)
* Tarde o temprano (2000)
* Como la lluvia (2009)
* La edad de las tinieblas (2009
Narrativa
* La sangre de Medusa y otros cuentos marginales (1959)
* El viento distante (1963)
* Morirás lejos (1967)
* El principio del placer (1972)
* Las batallas en el desierto (1981)
* Tarde de agosto (1992)
POEMAS
Contraelegía
Mi único tema es lo que ya no está
Y mi obsesión se llama lo perdido
Mi punzante estribillo es nunca más
Y sin embargo amo este cambio perpetuo
este variar segundo tras segundo
porque sin él lo que llamamos vida
sería de piedra.
Gota de lluvia
Una gota de lluvia temblaba en la enredadera.
Toda la noche estaba en esa humedad sombría
que de repente
iluminó la luna.
Indeseable
No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.
La flecha
No importa que la flecha no alcance el blanco
Mejor así
No capturar ninguna presa
No hacerle daño a nadie
pues lo importante
es el vuelo la trayectoria el impulso
el tramo de aire recorrido en su ascenso
la oscuridad que desaloja al clavarse
vibrante
en la extensión de la nada
Los elementos de la noche
Bajo el mínimo imperio que el verno ha roído
se derrumban los días, la fe, las previsiones.
En el último valle la destrucción se sacia
en ciudades vencidas que la ceniza afrenta.
La lluvia extingue
el bosque iluminado por el relámpago.
La noche deja su veneno.
Las palabras se rompen contra el aire.
Nada se restituye, nada otorga
el verdor a los campos calcinados.
Ni el agua en su destierro
sucederá a la fuente
ni los huesos del águila
volverán por sus alas.
ALTA TRAICIÓN
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
y tres o cuatro ríos.
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"Queremos que cada palabra ilumine tu rostro, roce tu alma, te eleves y echemos juntos a volar"
"Queremos que cada palabra ilumine tu rostro, roce tu alma, te eleves y echemos juntos a volar"
sábado, 20 de febrero de 2010
martes, 16 de febrero de 2010
AL DESPERTAR por Patricia Torres ( Cuento)
"Una mañana, al despertar de un sueño agitado", sucedió algo que llamó poderosamente mi atención.
Atravesaba ese momento en el que los ojos se van abriendo lentamente, para pasar de un mundo a otro, con la pausada prisa de quien se resiste a abandonar un sitio lleno de algodones, de aire fresco y puro, de sensaciones placenteras, donde la comodidad torna al cuerpo en etéreo.
Demoraba en tomar contacto con el otro mundo, el real, donde los acontecimientos se suceden por designios ajenos a la propia voluntad. Donde hay risas, lágrimas, prisas colocadas en hileras y originadas en situaciones concretas.
Justo entonces, mientras mis manos acariciaban las sábanas en forma de despedida resistiéndose a abandonarlas, encontré una gran pluma entre ellas.
Mi atención se puso alerta. La extrañeza no me permitía hallar una razón lógica que justificase este hecho. Por fin, rasguñando el mundo de los sueños, rescaté de la memoria a un pájaro que volaba en libertad surcando los cielos.
Con una sonrisa provocada por la insensatez de la ensoñación, abandoné el universo mágico sin recordar siquiera, en el transcurso de la agobiante jornada que la pluma estaba ahí.
Los días se sucedieron en forma similar, uno tras otro y las plumas se seguían acumulando en la cama.
Tuve contacto con la maldad, el desamor y el abandono que fueron moneda corriente. La soledad provocada por la indiferencia estaba alojada en el corazón humano.
Me entristecí un poco.
Regresé al nido que siempre me había parecido tan endeble y desprotegido, a los cielos de los que era dueño. Junto a mi bandada hicimos la última recorrida de la tarde y me prometí a mi mismo, no volver a soñar con ser un hombre.
sábado, 13 de febrero de 2010
REFLEXIONES INVASIVAS por Graciela Zecca
Reflexiones invasivas
Inventamos un mundo mágico
diseminado entre nuestras vidas cotidianas.
Teníamos la convicción que fue
concebido para sosegar
encadenamientos perjudiciales,
que día tras días tornaban gris
nuestros propios cielos.
Era un mundo con fronteras,
recatado, confortable, alentador.
Del que no osábamos cruzar esa
delgada línea que nos separaba,
entre esos infiernos tan temidos
y utópicos paraísos.
Detuvimos el tiempo,
una y otra vez,
nos aferramos a salvavidas nocivos,
para desviar nuestras miradas.
Lidiamos contra fantasmas,
que invadían
nuestras noches de vigilia.
Mendigamos cariño,
nos alimentamos del aire que nos rodeaba.
Temíamos caer al pozo oscuro
del vacío que nos absorbía.
Intempestivamente Luzbel,
se entrometió en nuestros caminos,
soltó lenguas,
hizo hablar miradas,
tentó caricias intencionadas,
fusionó deseos adormecidos,
envenenó nuestras sangres,
envició nuestras mentes reprimidas.
La intemperancia insumisa,
arrebataba el mundo inventado,
desvirtuaba lo cosechado,
inestabilizaba nuestra razón.
Rodamos hacia el pozo temido
que nos tragaba vivos,
aniquilando cariños,
coartando el amor nacido.
La cobardía enraizó nuestros pies,
discurrimos lo vivido y
nos sentamos como autómatas
a ver pasar el carro de los triunfantes,
aquel, al que nunca nos
atrevimos a subirnos.
Inventamos un mundo mágico
diseminado entre nuestras vidas cotidianas.
Teníamos la convicción que fue
concebido para sosegar
encadenamientos perjudiciales,
que día tras días tornaban gris
nuestros propios cielos.
Era un mundo con fronteras,
recatado, confortable, alentador.
Del que no osábamos cruzar esa
delgada línea que nos separaba,
entre esos infiernos tan temidos
y utópicos paraísos.
Detuvimos el tiempo,
una y otra vez,
nos aferramos a salvavidas nocivos,
para desviar nuestras miradas.
Lidiamos contra fantasmas,
que invadían
nuestras noches de vigilia.
Mendigamos cariño,
nos alimentamos del aire que nos rodeaba.
Temíamos caer al pozo oscuro
del vacío que nos absorbía.
Intempestivamente Luzbel,
se entrometió en nuestros caminos,
soltó lenguas,
hizo hablar miradas,
tentó caricias intencionadas,
fusionó deseos adormecidos,
envenenó nuestras sangres,
envició nuestras mentes reprimidas.
La intemperancia insumisa,
arrebataba el mundo inventado,
desvirtuaba lo cosechado,
inestabilizaba nuestra razón.
Rodamos hacia el pozo temido
que nos tragaba vivos,
aniquilando cariños,
coartando el amor nacido.
La cobardía enraizó nuestros pies,
discurrimos lo vivido y
nos sentamos como autómatas
a ver pasar el carro de los triunfantes,
aquel, al que nunca nos
atrevimos a subirnos.
miércoles, 3 de febrero de 2010
EL ÚLTIMO CAFÉ por Mabel Díaz (poema)
El último café
Esperar
con las alas quemadas
enfrentando al espejo,
donde la humedad
se ha robado el brillo,
el soplo originario
resbala en el vidrio,
el café se desliza
suaviza las arenas,
y despierta
a la entrega.
Esperar
con las alas quemadas
enfrentando al espejo,
donde la humedad
se ha robado el brillo,
el soplo originario
resbala en el vidrio,
el café se desliza
suaviza las arenas,
y despierta
a la entrega.
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