Eros al destierro
Hoy comenzó el día como otras veces y diferente a las demás. La movilidad adormecida, los deseos flacos y la mente blanca. Una sensación extraña reinaba sobre las cosas, opacándolas, destiñendo los colores.
Las palabras perdieron significado y la esperanza no se asomó. Es mejor, pensé, si me detengo en la esperanza me sumerjo a la espera inmóvil, del que desea las cosas que tal vez no lleguen. Esperanza en espera, esperanza estática y movilizadora del motor que activa, paralelo y perpendicular a la espera.
Sin esperanza, sin deseos, con los sueños que resecos aplasté hasta triturar, me senté a llorar. Los ojos inundados, rebalsaron lágrimas que se fueron secando y quedé sin llanto, dando sepultura a un sueño, esparciendo sus cenizas en el viento.
Estoy de duelo y tan sólo permito que duela, como duele el adiós, como duele que te muerda tu perro aunque no alcance a lastimarte, como duele lo que se oculta al hablar o lo que se dice al callar.
Junto a la muerte de mi sueño también he muerto bastante, colocaré dos monedas en mis ojos para que mi alma no se escape por ellos. Me acostaré en la hoguera que alguien la encenderá.
Tal vez, el barquero resuelva llevarme… y es acá, donde la esperanza aletargada en la estéril espera del que espera y no reacciona, toma vida y no sólo espera, se pone en movimiento y desea que alguien se atreva a burlar al barquero, lo cruce a la otra orilla, para que me rescate del mundo de los muertos y me devuelva a la vida.
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