Adiestró mi risa para luego mostrarme la crudeza del llanto.
En medio de la nada, imaginé que las piedras suavizan con el tiempo, obligando a mi piel a la costumbre, no se me ocurrió pensar en la aurora y despertar que aún no es demasiado tarde.
Como una suave melodía, el rayo de luz se descuelga entre las partículas del polvo, rescata la mirada para no verla morir en la lluvia del otoño.