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"Queremos que cada palabra ilumine tu rostro, roce tu alma, te eleves y echemos juntos a volar"




ROZANDO EL ALMA: GRUPO CASIOPEA LITERARIO


miércoles, 30 de septiembre de 2009

ORQUÍDEAS por PATRICIA TORRES

Orquídeas

La vida en las flores y las flores sin vida, se involucraron en mi existencia.
En noviembre de 2007 estuve por voluntad propia en un sitio cuya imagen me persigue al cerrar los ojos. Era una habitación chica, con tres paredes blancas y una, la del costado izquierdo, de color maíz. Desde el muro del fondo, me seducía un bonito cuadro de marco azul petróleo. En la pintura se veía una maceta blanca apoyada sobre la parte superior de una columna de yeso.
De la maceta, ubicada hacia la derecha, pendía de su tallo, una flor. Una orquídea amarillenta con pequeñas pinceladas naranjas, abierta ya desde hacía mucho tiempo, a su lado un pimpollo se exhibía erguido, insolente en su inexperta juventud.
La primera, mostraba su cansancio. Había pasado su esplendor. A pesar de ello, conservaba la belleza de los últimos tiempos. Inspiraba ternura e impotencia.
Nada ni nadie podrían evitar el final, ese desenlace tan previsible como indeseado. Ni siquiera el artista que dejó esta estampa inmóvil, podría frenar el episodio que se repetía en la mente de cada observador.
Enfrentando a esa pared, otro cuadro, que ni siquiera recuerdo con exactitud ya que su arte se veía empobrecido comparado con el de la planta.
Dos camas de una plaza, con sábanas blancas y acolchados, dos mesitas de luz, sillas casi cómodas con tapizado maíz y bajo el hermoso cuadro de la maceta, también en la pared del fondo y amuradas sobre ella, dos lámparas doradas, dos llamadores, dos tubos de oxígeno, dos soportes de suero. Ocupando las camas, dos mujeres padeciendo.
En una de ellas no repararé, ya que tenía la juventud de la insipiente orquídea, y se la veía plena como a ese capullo. En cambio, la otra, Pepa, se estaba quedando sin fuerzas. Sus noventa y cinco años se evidenciaban en cada rincón de ese desgastado cuerpo de estructura ósea importante, con cabellos blancos tirados hacia atrás, de ojos siempre cerrados, con la boca semiabierta, preparada para respirar su última bocanada de aire. Un desconsiderado Alzheimer la acosaba desde tres años atrás, haciendo menos conciente su penosa existencia.
Pinchazos, medicamentos, sangre y alimento en bolsitas. Gritos y más gritos de dolor al mover el cuerpo para airear esa dolorida espalda.
-¡¡Dios!! ¡Si mis ojos insensibles entendieran tu mirada piadosa!- Pienso en voz alta, en forma involuntaria.
Pepa grita como puede, se queja, su dolor es tan marcado que duele a quien la mira o a quien la escucha. Sonia, sin embargo, se moja las manos en agua bendita y se las pasa por el cuerpo rogando por una mejoría. No quiere que se vaya e intenta retenerla. Le frota los pies hinchados sin ver el gesto de sufrimiento que ese rostro expresa. Los finos y envejecidos labios se mueven sin control, queriendo bramar, pero sin respuesta en la voz.
La sucesión de los días venideros fue idéntica, se repitieron los gemidos, el dolor, la súplica.
- Pepa, Pepita, Pepona -le dice Sonia que la cuida con amor.
-¡Piedad! ¡Dios! ¡Piedad!- vocifera Pepa.
Los recuerdos después de esa exclamación desgarradora, escalofriante, se tornan confusos. En mi mente se reproduce en secuencias la misma imagen que pude ver al levantar la mirada. La vieja orquídea dibujada cayendo hasta apoyarse feliz sobre la parte superior de la columna de yeso. En ese mismo instante, la flor joven, comenzaba a perder su condición erguida.
La confusión, el dolor y el cansancio manejaron al entendimiento.
Al recuperar la cordura y mirar el cuadro, vi las dos flores desprendidas del tallo, descansando una junto a la otra.
Me invadió una enorme angustia.

Patricia Torres
(Publicado en el libro de los talleres de editorial Dunken)

lunes, 28 de septiembre de 2009

ESPERANZA por MABEL EVA DÍAZ

Tenía tanta esperanza,
que me puse a pintar todo de verde.
Verde la cama, verdes las paredes,
verdes las calles, el horizonte verde.

Tanto verde se metió en mis entrañas,
que me transformé en árbol.
Eché raíces y mis brazos se extendieron,
formando ramas, para tocar el cielo.

Me subí a lo más alto
de mi frondosa copa,
para contarle al mundo
de mi felíz esperanza.

Luego lloré savia , cuando me cortaron.
Se achicaron las hojas cuando me quemaron.
Aún así de rodillas, con mi tronco caido
seguí exhalando verde.

Todavía me quedaba
tanta esperanza para pintar.

Mabel Eva Díaz
(Del Libro de los Talleres IV
Editorial Dunken)

SER por LILIANA SAVOIA



SER

Y quiso ser.
Ser hoja de otoño
que el viento remonta y agrieta
Ser nube grisácea que viaja
entre lunas , dejando huellas.
Ser agua de vertiente
clara,
pura,
fresca.
Vida para un sediento
Humedad para la tierra
Ser noche
de profunda luna clara
que inspire a algún poeta.
Andar con las manos vacías
pronta a recoger arena
y escurrirla entre los dedos
entre el ir y venir de la marea.
Ser pájaro que emigra
buscando tibias praderas.
Y fue ciclo.
Y verbo.
Aliento quebrado.
Cuerpo líquido.
Silencio.
Entrega.

Liliana Savoia
(del Libro "Rozando el Alma)

domingo, 27 de septiembre de 2009

EL GRITO DEL MAR por GRACIELA ZECCA



EL GRITO DEL MAR
                                 “Yo busco un amigo en los caminos del agua”
    
I                                                 Eduardo Galeano

Se aferro a la única madera que estaba a pocos centímetros de sus manos. Sus brazos cansados no le permitían dar otra brazada más. La sal le quemaba en los labios, el agua congelaba su cuerpo y su estómago lo sentía como a un globo de aire a punto de estallar.
Cuanto tiempo estuvo tratando de mantenerse a flote nunca lo supo. Porque la espesura de la niebla y la oscuridad solo eran un telón de terciopelo negro presentado ante sus ojos.
Sentía solo agua, olía solo sal, no percibía más que el sonido del devenir de las olas, que lo bamboleaban como un columpio y él inmóvil asido a la tabla.
El mar enfurecido trataba de tragárselo como a una presa más de su alimento diario.
Segundos, minutos, horas… incansable la lucha.
¿Dejarse vencer o no?
Luchar, luchar… esas palabras martillaban en su cabeza.
Su mente ordenaba, pero el cuerpo ya no respondía.
Aún aferrado a la madera, casi amalgamados, siendo uno solo. Rezo en voz alta, sus palabras se hicieron eco en la noche.
Casi adormilado, cuando oyó la respuesta inmediata, un tremendo sacudón lo levantó por sobre el agua y se sintió arrastrar.
La espesura nunca dejo verle hacia donde.

II

Como un eco en la noche, el mar suelta su grito, rompiendo salientes, llevándose vestigios de otros tiempos.
Sus pasos cansados llegaban a la orilla, después de haber luchado contra ese mismo mar que lo arrojo a la playa devolviéndole la vida.
Fue un intercambio quizás... quizás su destino, dar a cambio algo por dejarlo vivo.
Miro la lejanía, pero sus ojos ardiendo de la sal que llevaban consigo,
no lo dejo ver claro, ni distinguir agua y horizonte,  o localizar un alma perdida.
Se arrodillo en la arena, se tomó la cabeza con las manos y lloró desconsolado, hasta que sus pulmones soltaran el aire y el mismo grito ahogado parecido al del mar que lo vomito en la orilla.


 Graciela Zecca
(del Libro de los Talleres de Edit. Dunken Nro: 3-año 2008)

FRASE DEL DIA


SI ALGUNA VEZ SUCEDE QUE TE  REBAJAS A TI MISMO POR QUERER COMPLACER A OTRA PERSONA, CIERTAMENTE HAS PERDIDO TU PLAN DE VIDA                                                                  EPICTETO

viernes, 25 de septiembre de 2009

Ganadoras del VII Certamen literario Nacional "Leopoldo Lugones" (Necochea).

Mabel Eva Díaz: "RECURSOS DE LA MENTE" 1º premio en cuento categoría A

Liliana M. Savoia: "CACERÍA" 2º Mención en cuento breve categoría D.
"PÁJAROS DE MÁRMOL" 3ª Mención en poesía categoría A.

Felicitamos a nuestras compañeras por tan merecidos premios.

DERROTA por PATRICIA TORRES

Derrota

El duende del desierto se sentía muy acompañado. Los habitantes nocturnos perturbaban su sueño logrando que sus presencias fueran molestas, perceptibles.
Al solitario duende le fastidiaba el reptar de las víboras y los lagartos, el deambular histérico de los insectos, los movimientos de las minúsculas patas de los roedores. Por sobre todas las cosas, no toleraba la presencia del sol y de la luna que hacían de su soledad un sitio demasiado concurrido. Por lo tanto, caminó incansablemente para despojarse de todas esas irritantes compañías que aturdían su creciente necesidad de orfandad.
Deambuló hasta encontrar una pequeña casa donde aislarse. Todos los objetos allí existentes también invadían su silencio. Los platos crujían, la pava lo miraba asombrada, las tazas se reían insensatas provocándole un disgusto descontrolado.
Creyéndose dueño de todo, se despojó de los utensilios, ubicándolos fuera de la casa, a modo de frontera, para que nadie osara llegar a él.
El cristal de la tapera se convirtió en su enemigo mostrándole la imagen exterior llena de luz, de sombras, de escasa lluvia o viento empecinado.
El duende del desierto dejó de respirar porque percibía, agobiado, el ruido que su inhalar y exhalar producían. Se sintió morir pero no le importó. Nunca logró estar solo ya que el latido de su corazón lo acompañó hasta el último instante y los pensamientos, le rondaron, macabros, escoltando en su derrota.

(Publicado en el libro de los talleres de Editorial Dunken)

PENUMBRAS DEL ALBA por MABEL EVA DÍAZ


Penumbras del alba

Penumbras del alba,
fantasmas chocadores,
agua que corre y nadie la detiene,
fragancia de menta.

Percheros atiborrados de ropa
que no encuentran dueños.
Mangas rebeldes
que se anudan al derecho y al revés.

Risas que suenan ahogadas,
corren las manos para acallarlas.
De pronto la prisa escapa,
estalla en una nube
de cristales rotos.

Al fin se decide el agua
a sacar las arrugas
que sembró la noche.

jueves, 24 de septiembre de 2009

COPOS DE NIEVE por GRACIELA ZECCA




El frío era intenso. La nieve lo cubría todo. Ya nos habíamos acostumbrado a ese paisaje invernal perenne, pero lo que nos sobresaltaba eran los fuertes sacudones que antecedían a una intensa nevada.
Corríamos de un lado al otro en la pequeña cabaña de madera. Sosteniendo los muebles, los utensilios, todo lo que estuviera a nuestro alcance en ese preciso momento.
Cada uno de los que habitábamos la casa teníamos asignadas las tareas a realizar durante el temblor en que todo se daba vueltas.
Al principio nos tomó desprevenidos, con el tiempo fuimos intuyendo cuando se aproximaría ese momento en que la tranquilidad ya no reinaría en el hogar.
A veces eran esporádicos, otros entre dos o cuatro seguidos que nos dejaban mal parados y con fuertes dolores en todo el cuerpo por los golpes ocasionados contra las paredes y muebles.
Pero lo peor era durante el almuerzo o la cena en la cual los líquidos servidos quedaban derramados en toda la habitación y la comida estampada contra el techo.
Y volver una y otra vez a limpiarlo todo.
Aprendimos también a resignarnos. Ahí nos sentíamos protegidos, amparados, como viviendo en un mágico mundo dentro de la esfera de cristal. Después de todo, la vida no era tan aburrida.
A los niños les gusta ver caer los copos de nieve y a nosotros acomodar la casa cada vez que hacen girar la bola.

FURIA por MABEL DÍAZ



La tormenta no espera
desata su furia
el viento grita con odio
algo que nunca
debió escucharse.

Luego intentará la lluvia
con denodado esfuerzo
sacarle el barro
a los recuerdos.

Si pudiera pintar el sol
en la densidad de las tinieblas
para no sentir el agobio
de ésta triste existencia.

Que bañe con su tibieza
algún rincón olvidado
y poder investirme
con la vida de otro pasado.

                                                                   Mabel Díaz

miércoles, 23 de septiembre de 2009

ROCE CLANDESTINO por Patricia Torres



Roce clandestino

La lujuria y el deseo no son las únicas que provocan una atracción irresistible, irracional. Quienes tienen la mayor responsabilidad de esos hechos que algunos pueden considerar delictivos, son las bocas.
Esas dos bocas que se provocan en una forma enloquecida, que se atraen y se esquivan para no caer en el terrible pecado de un encuentro furtivo.
Con la colaboración de la mirada que no desiste en posarse sobre el objeto causante de tal desenfreno, dirigiéndose con insistencia de los ojos a los labios, de los labios a los ojos.
Palabras vacías, sin un sentido valedero emanan heroicas para ocupar espacios, los espacios que deberían llenarse de besos.
Se producen encuentros torturantes para esos labios que inventan un rechazo y en cada uno de ellos la lucha se repite. Se apartan escurridizos como si el aliento tibio y húmedo los repeliera o escandalizara en lugar de atraerlos, escapando así al desafío provocado por ese cruce clandestino.
Nada ni nadie podrá detener esta reacción que ya se ha desencadenado, tan sólo podrán demorarla.
Las batallas libradas no poseen ningún sentido. Desgastaron a los cuerpos, que cansados, vencidos, agotados por la resistencia inútil mantenida para evitar la caída al vacío producida por ese, hasta el momento imaginario, roce carnoso, se quedan dormidos. Las bocas con pícaras y cómplices sonrisas aprovechan el descuido, se acercan, se respiran, se tocan con timidez, se humedecen, se acarician, se juegan, se aprietan, se muerden, se duelen, se gozan, hasta hacer despertar a los cuerpos, que esta vez no pueden escaparse ni ser ajenos, al magnetismo hechicero provocado por el delirio desatinado que produce un beso.

Patricia Torres
(del libro: Rozando el alma)

martes, 22 de septiembre de 2009

EL TIEMPO por GRACIELA ZECCA


EL TIEMPO
La arena se desliza presurosa,
a llegar a su meta transitoria,
quizás, una mano guardiana del tiempo
revierta su final,
para volver a retomar el camino.

Una y otra vez minúsculas partículas
viajan incansables a través del fino cristal.
Una y otra vez se suceden
como hormigas laboriosas buscando su guarida,
acumulando

Y así como se desgrana el polvo
en la inmensidad del vacío,
los segundos, los minutos, las horas,
marcan la culminación del día,
arremetiendo la noche,
cual espina en la piel,
pariendo soledades.
Una y otra vez lo cansino,
girando como ruleta de feria,
desteñida, sombría…

Soledades que no se menguan,
y sucumben ante fluidos de otros cuerpos,
alientos y suspiros que llenan el aire,
pieles fundiéndose,
bocas devorándose.
Y el tiempo, ahí detenido,
…solo siete minutos,
en que la arena,
se durmió en el camino.

Graciela Zecca
(del libro: Rozando el Alma)

DULCE SABOR por LILIANA SAVOIA


Dulce sabor

Solo con caricias
Sin prisa
Sin pausa
Un contorno de deseo
Un puente de seda
Me hunde en tu garganta
Dulce sabor el momento
Amalgama sutil
Conjuro de boca estallada
Fruta anhelada, rabiosa
Festín de mis labios
Que en la sombra callan
Serpiente tu cuerpo en la penumbra
Nácar tu piel
Entre las sabanas
Tu cuerpo rozando el mío
Corremos por la noche
Cabalgando al viento
Locura ancestral que entre los dos se entabla
Nos exploramos como arcilla fresca
Amasándonos
Vasijas de vino y sangre
Conjunción extraña
Y gloriosos nos amamos
Solo con caricias
Sin prisa
Sin pausa
Liliana M. Savoia
(del Libro: Rozando el alma)